Cuando Descartes mató a Cupido

Posted on 14 abril, 2010

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Me pareció interesante aprender cómo los niños tienen mayor facilidad para la geometria descriptiva que los estudiantes universitarios de matemáticas. Parece que ese conocimiento ya está en nosotros de forma natural. Eso significa que durante toda la vida, sistemáticamente, desde las escuelas, la sociedad y los padres, aun con sus mejores intenciones, han buscado cambiar la naturaleza de nuestra mente. Adaptarla a un pensamiento lógico que pocas veces tiene algo que ver con los proceso naturales y, por tanto, con nosotros mismos y nuestras emociones.

A partir del pensamiento cartesiano es clara la escisión entre lo emocional y lo racional. Como si uno, inocentemente, creyera que uno tiene mayor cualidad sobre el otro. Esa puerta cerrada a la comunicacion entre unas partes de nuestro cuerpo y otras nos produce gran conflicto y dolor. A menudo deseamos algo que no queremos en realidad, estamos con alguien que nos hace daño, seguimos en un trabajo que no nos enriquece y cada vez menos escuchamos a nuestro instinto, nuestra intuición y percepción. A menudo, además, se devaluan esas sensaciones socialmente. Pero son parte de nosotros y de una gran sabiduría. Al perder ese referente sabio-instintivo-regulador una de las consecuencias es la soledad y la falta de confianza en nosotros mismos, proyectándose en el mundo que nos rodea. Las consecuencias son la necesidad continua de buscar la aprovación, de líder o de excusa para hacer lo que hacemos. Adoptando roles, guías, referentes y creencias que hacemos inamovibles. Buscando padres y madres en jefes, políticos o religiones, es decir: las estructuras patriarcales.

En estas estructuras lo instintivo, lo perceptivo, perece y es aniquilado (como Sant Jordi matando al dragón) y la razón prevalece.

Esto ha pasado especialmente en el Cristianismo. No es casual que sea donde mayor temor hay a la muerte y, por tanto, a la propia vida y que los actos de cada uno estén condicionados por un posible castigo o premio que proviene de ese padre simbólico que hemos puesto fuera de nosotros. Pues hemos olvidado que todo lo necesario está en nuestro interior y en nuestra naturaleza original.

Los maestros hablan de el equilibrio. Pero en occidente hemos llegado a pensar que el equilibrio se consigue intentando hacer desaparecer las emociones o los impulsos. Eso implica claramente una respuesta somática del cuerpo y un entumecimiento del sentir. Como si fueramos por la vida sin saborearla: los colores son menos vívidos, las formas tiene menos límites y contrastes, los sonidos desaparecen… Todo porque nos hemos acostumbrado a lo artificial y lo abigarrado para compensar ese entumecimiento de los sentidos.

Desde la dualidad de lo apolineo y lo dionisiaco vivimos en un mundo donde continuamente nos acecha la duda implícita en los millones de elecciones que hacemos diariamente. Con cada elección hay un duelo. Con cada elección algo de nosotros mismos se pierde. Con cada elección buscamos la imposicion de uno de los tres cerebros sobre el otro. Normal, pues, que al cabo del día estemos agotados, a menudo, más mental que físicamente.

No se trata, pues, de un «hacer desaparecer» emociones o deseos como si de un acto quirúrgico, químico o mágico se tratara, sino de un abrazar nuestros tres corazones: mente, emocion e instinto.

Este sería un buen proceso terapeutico: aquel que permite al paciente encontrarse en equilibrio con sus pensamientos, necesidades y voluntades. Paz interior, pues hay menos batallas que librar. La peor de las guerras está en nuestras mentes.

Poema abierto,

Cuando descartes mató a cupido
Cuando creí que la vida no se acaba
Cuando dejé de rebelarme
Cuando impuse mi orden
Cuando no me conformé aun teniendo suficiente
Cuando dejaron de importarme mis sueños
Cuando dejaron de importarme tus sueños
Cuando empecé a juzgar las diferencias
Cuando me creí mi máscara
Cuando creí que tú eras yo
Cuando acumulé conocimientos
Cuando giré la cara a la muerte
Cuando olvidé quien era yo
Cuando guardé esperanza
Cuando guardé miedo y desconfianza
Es mi tarea resucitarte, pues es momento de vida

Posted in: Poesia